Pero hay que escoger: ¿vivir o contar?

El último año para mi o me di cuenta, fue el año que más exposición online hemos tenido sobre el body positive. De hecho durante mi scrolling nocturno de los shorts de youtube, me encontré a una mujer que se ha autopublicado al parecer, una serie como de 6 libros donde los chicos populares y guapos les corresponden a mujeres plus size.

Creo que desde el 2017 dejé de pensar que me cuerpo es mi única carta de presentación y ahora estoy intentado no compararme con otros cuerpos (desinstalé instagram mientras se me ocurre como cambiar el algoritmo para que solo me salgan libros y más libros) y de la nada mientras veía las portadas de los libros de la mujer de «romance plus size» regresé como 20 años para revivir el día donde inició esa inseguridad corporal que yo no tenía y que me ha acompañado desde entonces.

Empezaba mi primer año de secundaria, aún no me interesaba o me gustaba alguien, iba conociendo y haciendo amigos conforme mis compañeros de salón me presentaban gente, que yo recuerde no fui muy preocupada de hacer amigos, así que me daba igual a quien conociera, tampoco esperaba mucho la verdad, ya tenia mi circulito de 4 amigas y con eso me bastaba y me llevaba bien con los compañeros de salón. A pesar de ser de nuevo ingreso siempre coincides con los de último año a mi parecer ya estaban en lo suyo para escoger bachillerato así que esforzarse por amistadas en ese grado no era prioridad social en especial porque las chicas de segundo eran algo elitistas y muy friendly con toda la escuela.

Poniendo en contexto mis pocas conexiones sociales, puedo continuar.

Había una chica más grande (Dania) que yo de la misma escuela que era compañera de un chico que se hizo novio (David) inmediatamente de una de mis amigas (Elsa), que después dejó de ser amiga mía porque la dejé de frecuentar cuando se cambio de escuela al siguiente año. Dania estaba haciendo sus esfuerzos para conquistar a Eduardo, chico deportista, guapetón que no se metía con nadie. Supe de la existencia de Eduardo porque una vez me alcanzó saliendo de la escuela y me empezó a acompañar a mi casa desde entonces, pensé que sería una amigo más así que no le di importancia hasta que Elsa llegó con noticias:

– David me dijo que Dania te odia, no entiende que le gustes a Eduardo si estás gorda y no eres bonita.

Cuando me lo dijo caminábamos rumbo al cine saliendo de la escuela con mis amigas y varias compañeras de la escuela, me reí a la par de ellas; ni me acuerdo que película vimos, sólo recuerdo esa primera comparación y cuestionar el «merecimiento» de gustarle alguien que por mi cuerpo no es para mí, me di cuenta que éramos lo opuesto: alta, blanca, muy delgada, nariz bonita, cara afilada y usaba arriba de la rodilla su falta de la escuela, cuando usaban ropa deportiva solo le veía nudos en la espalda porque seguro la talla chica le queda grande. Llegué a mi casa y solo le dí la razón: Ella tiene toda la razón.

Al día siguiente le pedí a Eduardo que ya no me acompañara, le platiqué que me había enterado que Dania estaba emocionada con él y que de seguro estaba esperando que fueran novios y yo no quería tener enemigas, así que me ofrecí a no ser un factor que le quitara ese valioso tiempo a Dania. Eduardo muy atento me dejó terminar el chisme y me respondió:

– Eso ya lo sé, pero no me interesa ella, me gustas tú y quiero que seas mi novia.

Ya me lo habían dicho mis amigas y no lo veía como posibilidad y mucho menos sabiendo por Dania que no soy el tipo de chavas para ese tipo de chavos. Así que por Dania acepté y le dije que sí, seamos novios.

Cuando pasé a segundo año me enamoré por primera vez y Eduardo ya era algo que se olvida, pero mi nueva autopercepción ha seguido conmigo desde entonces, nunca desarrollé un trastorno de la conducta alimentaria, no enfermé y ni siquiera estuve en los extremos de mi peso, aunque con los estándares que empecé a ver con la Britney Spears yo he estado en el extremo superior y esa incomodidad ha sido más duradera, más que cualquier relación sentimental que haya tenido hasta ahora.

Le dije que sí a Eduardo para demostrarle a Dania que yo había ganado esa disputa, pero al final ganó ella, ella me plantó una seguridad que no tenía, una incomodidad, inseguridad y desmerecimiento; después de eso, si me gustaba alguien yo ya sabía que no era para mí, hay chicas realmente bonitas detrás de esa persona que me gusta y cuando surgían las cosas descubriendo que le gustaba a alguien siempre le preguntaba que le atraía de mí, ¿qué me viste, realmente no soy atractiva?. Hasta que unos años después llegó alguien y me dijo: a partir de ahora proponte no volver a preguntar y se enfocó a que nunca dejara de ver mis metas y responsabilizándome de que las alcanzara, pero esa inseguridad se metió entre esas metas, creo que si hubiera perdido mi enfoque, en lugar de inversiones academémicas y familiares hubiera conseguido cirugías o cambios extremos de look, preocupándome en gustarle a los demás. Siempre evité que esa inseguridad fuera mi prioridad.

Ese diablito que se siente en mi hombro derecho se toma todas las mañanas su cafecito y compartimos el pan, a salud mía y salud de Dania.

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